Los Pacers no la rascan, Luka sigue a lo suyo y esto apunta a victoria fácil de Boston y menos fácil de Dallas. Lo único malo de Doncic es que es muy madridista, pero nadie es perfecto.

Cuando éramos niños, el padre de un compañero de clase y amigo de mi hermano era mecánico y tenía un taller. Hoy lo llamaríamos emprendedor, pero en los 80 a las profesiones se las llamaba por su nombre, sin necesidad de vestirlas de nada para que el profesional que las encarnaba sintiera que era importante. La empresa del padre de nuestro amigo era solo un taller mecánico, no una startup con posibilidades de escalar, de globalizarse, ni de vender a ningún inversor con ambición de hacer crecer el valor de su dinero.

A ese negocio iban mis padres cuando tocaba revisión y tengo un recuerdo maravilloso de llegar allí y que Ángel, que así se llamaba el emprendedor, nos explicara qué era lo que le pasaba al coche de una manera sana (no perdíamos salud ni él haciendo su trabajo ni nosotros recibiendo el servicio), sencilla (lo entendíamos sin necesidad de haber escuchado muchos podcasts sobre mecánica del automóvil y sin un lenguaje excluyente) y verdadera (sabíamos que no nos la estaba colando).

Para mi aquello también era bonito porque me encantaba el ambiente del taller: el olor a gasolina, esos monos azules, los guantes llenos de grasa, el foso donde se metían para arreglar los bajos, la sección de chapa y pintura, el hecho de que de cuando en cuando había un coche de alta gama en revisión, con sus asientos de cuero, su cambio automático, sus elevalunas eléctricos y en los que Ángel nos permitía entrar y sentarnos en el asiento del piloto…

Entonces no existía el renting, el crédito era carísimo y los coches, salvo que fueras el director general de algo, no los ponía la empresa para la que trabajabas, sino que se los compraba uno cuando se estropeaba del todo el anterior, en nuestro caso, siempre de segunda mano.

De mecánica no tenemos ni puta idea y en aquella época uno no iba al taller hasta que se encendían los pilotos rojos del salpicadero, se calentaba en exceso el motor, se pinchaba una rueda, se rompía la correa del ventilador o se iba a la mierda la batería.

Años más tarde, en el instituto, tuve una novia cuya madre era psicoanalista y en su casa hablaban de psicología como me imagino que hablarían de mecánica en la casa del hijo del mecánico. Con autoridad.

Mecánica y psicología son cosas análogas: no sabemos nada de la ciencia que hay detrás de ellas, pero notamos cosas que no van bien. o que no van lo suave que iban antes. En aquella época para poder conducir no estudiábamos mecánica, simplemente estábamos atentos a las señales: ruidos, el tacto del volante, la precisión de la frenada, la dureza de la dirección. Cuando notabas cosas le llevabas el coche a Ángel o, como mínimo, lo hacías una vez al año al irte de vacaciones, que era cuando menos se necesita un avería.

Lo mismo pasa con nuestra psicología. Muchos días notamos que hay cosas que no van bien, o no todo lo suave que deberían ir y lo normal es achacarlo a que «la vida es así» y que como sabemos que «mañana será otro día» o que «es una mala época» o que «la abuelita fuma», no le damos mayor importancia.

(Acaba de venir Berta a cantarme la lección de su examen del martes y en biología está estudiando el sistema nervioso. Sistema nervioso central, periférico, simpático, parasimpático, con sus sinapsis, neuronas, axones, dendritas, nombres a los que hoy estamos acostumbrados porque escuchamos a Mario Alonso Puig y vemos charlas TED, pero que hace 35 años cuando yo estaba en el curso de Berta, no formaban parte de las lecciones de clase ni del imaginario colectivo).

Hoy la mecánica de coches no se rige mayoritariamente por pilotos rojos ni porque el coche no arranque. El ordenador de a bordo te avisa de todo antes de que suceda y cada cuatro años hay que renovar el contrato de renting para que los que fabrican coches vendan más, los que conceden crédito ganen más y como resultado los sapiens produzcamos materia que contamina y que no necesitamos. Todo muy sensato

Ojalá dentro de otros 35 años la psicología también forma parte del currículo escolar y los jóvenes llegan a adultos sabiendo identificar en ellos mismos y en sus entornos malestares como la ansiedad, la depresión o la esquizofrenia, sin necesidad de que se pare el motor de sus coches, se enciendan todos los pilotos rojos de su salpicadero o se queden sin batería. Y, sobre todo, antes de que el coche que somos cada uno tenga un accidente irremediable por falta de atención.

Paren el motor, bajen del coche, respiren, noten qué partes no van del todo bien. Presten atención porque este equipamiento no se renueva por otro cuando acabe el contrato de renting , es para toda la vida. Y porque además forma parte de un todo que lo necesita en buena forma.

Y para que no digan los madridistas, en estas finales de la NBA voy con Doncic y sus Mavericks.

2 respuestas a “La mecánica”

  1. Me encanta la idea de que la psicología sea en el futuro una materia mejor interiorizada, que nos ayude a conocernos mejor a nosotros mismos. Podremos aplicar a nuestro vehículo mantenimiento predictivo, antes de que se enciendan todas las alarmas de nuestro salpicadero. Enhorabuena por el artículo

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