Estoy seguro que de este título habrá generado clics, pero prometo que el clickbait no es el motivo, sino que de veras es el concepto adecuado para el post de hoy.

Mark Epstein es un psiquiatra norteamericano que estudió en Harvard y Cornell y que en su juventud coincidió con Jack Kornfield y Joseph Goldstein, los fundadores de la Inside Meditation Society en un retiro en Colorado, motivo por el cual se inició en el budismo.

Fascinado por estas enseñanzas integró a Freud y a Buda en su práctica lo que, sumado al bagaje en psiquiatría que atesoraba, le han convertido en un referente de la fusión entre lo más ancestral y lo más moderno de la psicoterapia. Es autor de numerosas obras, incluida una con el Dalai Lama de nombre “Thoughts without a Thinker”, libro que animo a que se lean ya que abre una perspectiva muy necesaria para nosotros los occidentales, tan preocupados por el yo y por lo personal.

Y hace unas semanas escuché a Epstein en el podcast “10’% Happier” contar la historia de una clase que ofreció conjuntamente con Robert Thurman, también autor y académico de estudios budistas, además de padre de la actriz Uma Thurman, en la que Thurman (padre) recitó a los alumnos los versos de un poeta mongol del SXIX que dicen así :

“I was like a mad child, long lost my old mother, never could find her, though she was with me always”. 

Que traducido al castellano sería algo como:

”Era como un niño enloquecido, mucho tiempo atrás perdí a mi anciana madre, nunca la pude encontrar, aunque siempre estuvo conmigo”.

Epstein contaba que aquel poema le conmovió porque cuando Thurman lo comentó con la clase dijo que la madre a la que se refiere el poeta no era la suya, sino mother emptiness, nuestra madre la ausencia, nuestra madre la nada.

Los tres axiomas del budismo, las tres únicas certezas de la existencia son que todo cambia, que ese cambio genera insatisfacción y que no existe tal cosa como el self, motivo por el que no tenemos que tomarnos nada de forma personal.

Y esa nada, la ausencia de objetos, tiene que ver con este tercer axioma sobre la imposibilidad de identificar algo sólido que defina en esencia tu persona o la de cualquier ente material. Para el budismo y también para los físicos cuánticos no existe un self si no existe un observador de dicho self. No hay objeto si no hay sujeto que observa y la consecuencia directa de eso es que la realidad que transitamos no es objetiva. Y esto pasa con tu self, con el mío y con el de Sergio Ramos, por más que se señale la espalda cuando marca un gol. 

Lo maravilloso, sobre todo para que no se me depriman que es domingo (precisamente) de Ramos, es que si no existe separación entre nosotros, si individualmente no somos nada, eso quiere decir que todos somos parte de una sola cosa; motivo por el que el amor no solo es importante, sino imprescindible para vivir. El amor es la red que teje nuestra unión, el amor es esa anciana madre nuestra que murió hace mucho tiempo, aunque siempre estuvo y está con nosotros.

El amor es lo que une la nada, esa ausencia de entidad que somos cada uno de nosotros individualmente. El amor es la propia nada y por eso no se puede vivir sin amor.

Resulta que lo de que «el amor es lo más importante» no es una puta frase hecha, ni una narrativa más de los guionistas de Hollywood ni tampoco una idea romántica a la que los sapiens nos agarramos para aguantar estoicamente las comidas con nuestros cuñados los domingos.Y lo voy a demostrar, que esta mañana he tenido una epifanía mientras escuchaba otro podcast, en este caso el de Javier Aznar entrevistando a Emilio del Río. Las revelaciones modernas vienen así y no a través de una luz que te ciega cuando te caes del caballo como le pasó a Pablo de Tarso.

En el episodio Emilio del Río celebra lo bonita que es la palabra coito, cuyo significado etimológico es irte (itum, ido) conjuntamente con otro (cum, con) u otra, u otre.

Y ahí, justo en ese momento, al escuchar la palabra coito, igual que te ha pasado a ti al leer el título del post (que has pinchado para ver si yo también hablaba de pinchar), es cuando he comprendido… iba a decir todo, pero mejor digo nada, que es lo mismo. 

Porque el coito, esa manera de irte conjuntamente con otro, esa sensación de ser todo y nada (de ti) al mismo tiempo, es así de potente (sobre todo el primero en el que participaste estando enamorado) para que te des cuenta de lo importante que es el puto amor, porque hasta ese momento tú fuiste un individuo preocupadisimo solo por ti y lo tuyo. Aquella fue la primera vez en tu vida en la que lo tuyo y tu mismo dejasteis de ser importantes porque te fuiste con otro, porque lo fuiste todo con otro, porque te convertiste en nada con otro.

Y esa primera vez es así de maravillosa, de chocante, de descolocante, para que reconozcas en adelante que lo importante, lo necesario, lo real, lo verdadero es el amor y no tus mierdas cotidianas. El coito es el reconocimiento inicial y un recordatorio universal de que no eres nada y que el amor es todo. Y si no sabes de lo que estoy hablando es que nunca has estado enamorado o que tus coitos podían haber sido con una muñeca o muñeco hinchable. Pero seguro que no es tu caso.

Y ya, hasta ahí ha llegado mi epifanía.

Pasen una magnífica semana de celebraciones, amor y coitos.

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