Mi madre murió en domingo y festivo, quizá para que cada año tuviéramos un rato para pensar en ella sin demasiadas ocupaciones. Hoy es el aniversario de aquel día y efectivamente tengo rato y no demasiadas ocupaciones. Y pienso en ella y también en la muerte. Igual se me está haciendo cuesta arriba el otoño, no lo se.

Qué cosa la muerte. Morir no se elige así como se elige darse una ducha. Morir pasa, sucede y sin duda convierte a ese día en el más importante de tu vida, junto con el de tu nacimiento. No entiendo por qué esta narrativa tan negativa con morir. A ver, que para los que se quedan sí, porque echamos de menos al muerto, que hasta hace nada estaba ahí con sus manías y lo queríamos mucho y también lo queríamos, a ratos, matar igual de mucho.

La muerte no mola cuando al muerto no le correspondía morir. Pero el que muere, el que muere relaja para siempre, vuelve a ser conciencia, regresa al todo, al cosmos, pero lo hace sin la porculera individualidad contable de la materia, de la materia conformada en una unidad con patas y cerebro que camina erguido, como parte de una especie que transita el mundo exterior habiendo olvidado en la última mudanza el manual de la vida espiritual y habiendo olvidado que lo olvidó, por lo que se ha manejado durante siglos como si eso que no es materia no existiera. Y existe, y lo sabes.

Morir debe ser extremadamente liberador. Lo malo son los días, meses, años previos a la muerte y la lata que es si te encuentras mal. Porque tienes que ir al médico, a varios médicos, cada uno en su especialidad. Y los de una especialidad no saben de la otra y mucho menos saben del todo en su conjunto. Además ninguno tiene la especialidad de ser paciente con el paciente. Bueno, ninguno no, los hay que sí, pero están en extinción.

Pero eso es la enfermedad, no la muerte. La enfermedad es un símbolo de que algo no está funcionando bien. La muerte es el símbolo de que has vivido y, cuidado, que igual te sorprende lo que viene después de morir. La nada misma puede que sea bien completa.

Madre, hoy voy a ir al cementerio a verte y contarte un poco de tu marido. que anda estos días peleando. O peleado, no lo sé bien. Yo le fuerzo a ver si por fin rompe a llorarte, en la intimidad de esa comunidad que es nuestra familia. Pero él se acostumbró a llorarte delante de la barra de un bar y dando chupitos a un whisky y así ha ido trampeando. Pero ese tiempo ha pasado, ha llegado el tiempo luminoso de redondear las aristas de lo vivido, dejar de tener miedo y sonreír de vuelta.

Sonreir, llorar, nacer, morir, vivir, qué importa, si todos vamos a acabar dejando de ser vida y materia, y vamos a volver a ser todo, relajados, libres, unidos.

Feliz noveno aniversario de tu liberación, Madre. Vamos con todo, Padre, que tú puedes.

4 respuestas a “La muerte”

  1. «La muerte, un amanecer»…Un abrazo lleno de luz, Gonzalo ♡

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  2. Un beso en tu corazón. 💖

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    1. Muchas gracias. Igual para ti.

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