Sigo durmiendo una noche en casa y una en la clínica Moncloa. La concesión de la cafetería la debe tener Alí Babá (aunque las servilletas son las de El Trasgu), porque te cobran 6,50€ por una tortilla francesa. Es de coña.

A veces los ciclos de la vida son preciosos y otras son un tostón tremendo. Afortunadamente estamos llegando al final de estas dos semanas de pasión hospitalaria y creemos que mañana lunes, Joaquín será dado de alta. Y como he tenido tiempo y mucha calma en el interior de la habitación 175, he leído un libro de Brian Greene llamado El Universo elegante. Y no me hago el cultureta, no, que también he visto el documental de Beckham y el final de The Walking Dead. Pero ocurre que quiero compartir inquietudes con mi sobrino Jorge que estudia Física y, dado mi escaso conocimiento, a cada tanto le digo que me recomiende una lectura para gente que, como yo, abrazó en su día las ciencias sociales queriendo pensar que todo era relativo y que si quieres puedes y que todo depende de tí, humano tope de gama, rey del universo y que Dios no existe y que la religión es el opio del pueblo.

He tenido siempre un conflicto soterrado con la autoridad y digo soterrado porque, al tiempo, he sido obediente, salvo con algunos entrenadores de baloncesto y he tratado de seguir la normas aunque fueran ciertamente cuestionables. El hecho de que hubiera unas reglas fijas en el universo, o en lo que sea, siempre me generó un conflicto con mi libertad, con mi potencial de poder hacer lo que se me cantara el orto en cualquier momento. Y no se puede ser más idiota, porque cuando me di cuenta que la libertad empieza y acaba en uno mismo, pero que uno y otro, y todos, palestino, israelí y Dios, somos lo mismo, ya era tarde para volver al instituto.

La obra de Greene es perfecta como introducción al conocimiento de las leyes naturales, a aquellos que, como yo, de adolescentes se atragantaron con todo lo que se representaba con símbolos numéricos y que dejaron para mejor ocasión el conocimiento en física y matemáticas. En el libro cuenta cómo la teoría de Cuerdas es la que da sentido a que la Relatividad de Einstein y a la Mecánica Cuántica de Planck puedan coexistir, y como hasta que aparecieron las cuerdas, ambas eran verdad, pero incompatibles la una con la otra. Cosa que era un lío, to be honest.

Y al hilo del libro, me ha dado por pensar en lo que escribía el sábado pasado, sobre que estamos a punto de comenzar el último de los 365º de la circunferencia que dibuja el eje de la tierra en su movimiento de precesión, lo que dará paso a una nueva vuelta, que se corresponde con la era de Acuario, Sobre la fecha de esto no hay consenso, e igual mi apreciación es errónea, pero en términos cosmológicos Acuario está a tiro de lapo. Vaya, que ya estamos en ese cambio y, como todo cambio de ciclo de la Naturaleza, genera quilombo.

Acostumbrados a cambios menores como los de la noche y el día, las lunas del mes, las estaciones y familiarizados con los efectos que éstos provocan en nuestros aparatos de sintonización de conciencia, que es lo que somos los Sapiens, no podemos imaginar un cambio de esta magnitud. El cambio de era que sucede cada 2,600 años y es seguro una movida nueva y heavy para nosotros.

En nuestra parte del mundo y aunque sea este un pensamiento muy boomer, ahora que todo es global, verde, virtual, orgánico, circular, compartido, casteado, fluido, etc… el último cambio de era coincidió con el apogeo de la cultura griega, a la que siguieron la romana y finalmente la cristiana. Y ésta ha llegado hasta nuestros días, cierto es que en franca decadencia de followers. Hoy seguimos viendo en X (antes Twitter, puto Elon) y en Power Points de consultores chachi y entrepeneurs molones, frases de Sócrates, de Marco Aurelio o de Pablo de Tarso. Hemos llegado hasta aquí con todo lo de la era de Piscis a tope de power y estamos ya en lo siguiente, que se rige por códigos diferentes.

Uno puede creer o no en el horóscopo. Yo antes no creía nada, igual que no creía que las matemáticas y la física influyeran en mi libertad. Pero ahora presto atención a lo que astrólogos (y no solo astrónomos) tengan que decir, porque algo de agua debe llevar el río, cuando tanto suena.

Volviendo a Greene y a la Teoría de Cuerdas, su libro nos dice que en el cosmos hay 11 dimensiones. Es decir, que nuestro equipamiento de serie solo nos permite experimentar tres o cuatro, pero que los fenómenos físicos indican que hay muchas más interactuando con nosotros, escondidas entre la vibración de las cuerdas.

Yo no me preocuparía por pensarlas demasiado y sí por seguir la intuición, que es eso que sucede dentro, justo antes de ponernos a razonar. Y que, además, es lo que mejor reconoce las vibraciones.

Eso si, callado, en silencio, quizá volviendo a ver el documental de Beckham que, dirigido por Fisher Stevens, me lo he creído enterito.

Pasen buen domingo, que no se si es posible, con la que está cayendo. Échenle la culpa a Acuario.

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