Ayer coloqué en el post una foto del muñeco de Einstein que se lleva la mano a la sien y que compramos en Berna en una tiendita carísima y muy mona, justo al lado de la casa en la que el sabio alemán vivió unos años, a principios del SXX.

Esta mañana de martes me he despertado a las 5am y si bien me gustaría decir que lo he hecho de manera voluntaria, por ser yo una persona enfocada que aprovecha su día, hace deporte, planifica, chequea, organiza, resuelve, ilumina, todo ello antes de que el resto de pobres mortales os pongáis a funcionar. Ese perfil del emprendedor de éxito resiliente, con infancia difícil, marcada por una violenta relación con un padre hiper exigente, que le empujó a ser hoy ejemplo de cómo se tienen que hacer las cosas para triunfar. La realidad, sorry to admit it, es que no, me he despertado porque me hacía pis y porque había tenido un sueño intenso en el que mandaba a la mierda a Pep Guardiola y en el que aparecía mi prima Elena para solucionarme la papeleta. Todo bien random.

Lo de la evacuación lo he solucionado rápido, eso sí, sentado, que no me gusta despertar a nadie con los ruidos, pero lo del sueño con Guardiola me ha impedido volver a dormir y he decidido levantarme. Lo bueno es que como llevamos cuatro días en esta casa, tengo la sensación de estar en un Airbnb de vacaciones. No conozco los sonidos, las luces, la temperatura, los lugares adecuados para cada actividad. Por ahora el piso es el de otros y eso es estimulante.

Tras meditar quince minutitos, que es para lo único que me da la vida si de hábitos atómicos hablamos, me he puesto un episodio del podcast de Lex Fridman, que da lache por su forma de hablar, pero que tiene buenísimos invitados y en el que hoy entrevistaba a Walter Isaacson, periodista que escribe biografías chachis de personas relevantes que, de una u otra manera, la han pegado en sus campos. Entre ellos Leonardo Da Vinci, Benjamin Franklin, el propio Albert Einstein, Steve Jobs, Elon Musk o Jennifer Doudna, científica americana que ha desarrollado un método para la edición genética, como el Photoshop, pero con el negociado que fue de Dios en origen y que los Sapiens hemos heredado con entusiasmo y por el que la señora recibió el Nobel de química hace no mucho.

El caso es que Isaacson le cuenta a Fridman su fascinación por estas grandes figuras y, en concreto, se paran a hablar mucho de Elon Musk, por la capacidad del empresario sudafricano para ser un serial tasker y manejar siete compañías de diferentes ámbitos, cada una rupturista con lo establecido y conseguir (so far, so good) llevarlas a un eventual éxito. Y como ejemplo relata un día que estaba con él donde sea que vive (Austin, creo) y que coincidió que se cerró y anunció la compra de Twitter y que esa misma tarde ya estaba reunido en Boca Chica, que así se llama el pueblo (paradójico el nombre tratándose de Musk) con el equipo de ingenieros de SpaceX, viendo si las bujías o algo del motor Raptor eran las adecuadas para mandar los cohetes de la compañía a Marte. Y todo sin pestañear, totalmente centrado en cada una de las cosas y sin perder el tiempo en comentarios triviales con unos y otros, acerca de los temas que no se están tratando en el momento presente. Osea, que en esas reuniones no hay tiempo para comentar el beso de Rubiales, la amnistía a Puigdemont, la libertad de Ayuso, ni para felicitar a Elon por haberse comprado Twitter esa mañana por 44,000 millones. No, con Musk se va a los bifes y, el que no, a la calle.

Yo lo escuchaba y no sabía muy bien si deprimirme fullspeed por ser un loser total, o montar una fiesta en la piscina de bolas por ser yo.

Luego, ya en la ducha, he pensado que si está bien escrita, la biografía de tu cuñado puede ser tan apasionante como la de Musk, que lo que de verdad mueve a la gente es que le hagas sentir y no la utilidad objetiva que tiene tu obra exterior para la posteridad de la humanidad y, mucho menos, para la posteridad de los mercados. Y de verdad te digo que, lo que hace el Sr. Musk, teniendo seguro mucho mérito y siendo relevantísimo, a mi me parece un truño infumable. Y no se por qué intuyo que, en su caso, ha contratado a Isaacson para que le escriba su relato y ponerse así a la altura de los Jobs, Franklin o Da Vinci, sin esperar a ver qué sucede de verdad con todas esas empresas, en las que lo único seguro, hasta ahora, es que le apasiona poner la letra X en sus nombres. A ver qué pasa con Tesla…

Consuela saber que no siempre fue así, que Einstein pasó cinco años sin que nadie le diera pelota a los dos papers que escribió en 1905 y en los que enunciaba la Teoría General de la Relatividad, hallazgo al que llegó porque andaba cacharreando en la sincronización de relojes en Berna, mientras vivía en la casa en la que estuvimos, que no tendría más de 40m2. Y mira, buscando la sincronía, encontró lo relativo del tiempo y la trascendencia eterna de su persona.

Pasen un buen miércoles, que el martes ya acaba.

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