El cosmos es todo lo que hay, tanto a la vista, como fuera de ella. Y no solo lo que hay en materia, que el cosmos también es lo inmaterial. Pero hoy me voy a referir a él como el paisaje que sale en las fotos de la NASA, o en los documentales de Discovery; un conjunto de planetas que orbitan en derredor de una estrella llamada sol y que, si ampliamos el foco, podemos ver que está dentro de una espiral enorme de estrellas que hemos bautizado como la vía Láctea, gracias al mito de Hera.

Hera era la matrona del Olimpo y además hermana de Zeus. Hera es el arquetipo de mujer típica, con las funcionalidades básicas de crear y cuidar la vida (casi nada). Como los dioses griegos eran tope de modernos, un día Hera y Zeus se casaron y vivieron felices y comieron perdices (o queso feta)… hasta que él empezó a ponerle los cuernos, entre otras con la humana Alcmena, con la que trajo al mundo un niño llamado Hércules. Hércules significa gloria de Hera y lo llamaron así para que esta no se enfadara demasiado cuando descubriera el pastel.

Todo perro Pichichi sabía que ese niño iba a ser un héroe y Zeus el primero, que para eso era el Rubiales del Olimpo. Y como este otro personaje terrenal, pensó que todos los demás eran tontos del culo y que, simplemente poniéndole a Hércules en el regazo, Hera lo haría suyo y lo criaría. Hay que ser muy flipao para creer que una madre no va a reconocer a un niño que no es suyo y muy hijo de puta para quitárselo a la verdadera, en aras de contentar a tu esposa.

El caso es que por la emoción o por lo que fuera, Hera recibió al niño y empezó a darle de mamar, hasta que se dio cuenta del engaño y se lo quitó violentamente de encima, motivo por el que un chorro de leche salió disparado con fuerza de su pecho. Pues bien, ese chorro de leche es lo que vemos en las fotos de la NASA y donde se ubica nuestro minúsculo planeta y el motivo de que a nuestra galaxia la llamemos la vía Láctea.

Ya tenemos que ser retorcidos y estar hechos mierda los occidentales para, conociendo la historia de estos dioses griegos tan chungos, poner ese nombre a la galaxia donde reside todo lo conocido. Me queda el consuelo de que los chinos la llaman río de plata y los residentes en el desierto del Kalahari, columna vertebral de la noche.

Y es que yo soy de los que piensa que al cosmos le da lo mismo que los Sapiens pasemos calor, quememos Tenerife, o tengamos que aguantar al idiota de Rubiales durante una semana en las pantallas de nuestras vidas. Lo cual no significa que el cosmos no tenga conciencia. El cosmos tiene conciencia, de hecho, es conciencia, igual que lo somos el Pinsapo enorme que hay en la entrada de la casa de mi amigo Dani y yo mismo.

La conciencia, como el cosmos, es otra manera de llamar a todo lo que hay. Luego estamos esos seres pequeñitos que somos nosotros y el resto de especies que, con limitaciones, la filtramos para poder vivir un tiempito. Nuestras mentes individuales son meros sintonizadores de la conciencia cósmica y si no funcionan bien, la cosa se pone jodida.

Porque en la frecuencia de sintonización de Rubiales, su beso en la boca es una cosa normal y los que no lo vemos así es que somos tontos del culo. Que sus hijas deben sintonizar como él y que esto debe ser una lección de vida para ellas, para que cuando sus jefes las besen en la boca en su primer trabajo, producto de la euforia por los resultados del año, que han sido excelentes, lo acepten con alegría y estén felices. Y si no es sólo su jefe el que las besa, sino que es todo el consejo de administración, pues eso que se llevan de amor colectivo del olimpo de los superiores jerárquicos.

Hera rechazó a Hércules y de su pecho salió la galaxia en la que habitamos. Jenni Hermoso no tuvo oportunidad ni tiempo de hacer lo propio con el beso del idiota de su jefe, pero el resto de Sapiens, en esta ocasión sí, rechazamos la estupidez, la falta de educación y por tanto el machismo, de un pobre individuo que dejó de sintonizar la realidad y pensó que era un Zeus del fútbol.

Veremos qué sale de aquí, pero en mi manera de sintonizar conciencia y aunque sea triste que aún el mundo esté así, todo lo posterior a la consecución del título es mucho más importante que ese magnífico éxito deportivo. Porque mis hijas y las tuyas, en sus vidas, se van a encontrar con muchos Rubiales y van a celebrar muy pocas finales del mundial. Y ahora, gracias a esto, van a ir con la lección aprendida. Esta sí.

Pasen un buen domingo y aprovechen que ha pasado la ola de calor.

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