A finales de los 2000 pensaba que el binomio más importante de la modernidad tecnológica era el compuesto por el Iphone y la Nespresso. Estaba equivocado, la pieza de tecnología más super trouper de la historia son los mapas de Google. Los mapas y toda esa buena gente que se ha filmado el planeta, son los verdaderos héroes anónimos de nuestro tiempo. Deberíamos salir al balcón a aplaudirlos cada día, como hicimos con los sanitarios. O si no cada día, al menos cada verano.

No montaba tanto en tren desde el interrail hace 30 años y así como la experiencia de volar sigue muy parecida a lo que fue la primera vez que lo hice, destino Ibiza en 1989 y con todo mi equipo de baloncesto como acompañantes, tengo que decir que en 2023, en tren y con los mapas de Google, ¡cómo han cambiado las cosas, Maricarmen!.

Si a eso le sumas el sistema de transporte de Suiza, la modernidad es una cosa que da grima. No se equivoca nunca, te lleva de un lugar a otro haciendo cortos transbordos que dan alegría de vivir. No ahorras el 100% de las discusiones de una pareja en un viaje, pero casi. Y lo más importante, a diferencia de los aviones y trenes en esa forma tradicional de viajar, con horas de salida fijas, sujetas a los caprichos de retrasos y demás vainas que generan un innecesario estrés, con Maps siempre estás al mando de tu destino.

Maps pone su foco en ti como viajero. Y no me refiero a todo ese cuentito de la experiencia de usuario, la importancia del diseño y todo el blablabla cursi post Steve Jobs, que agrandamos debido a complejos poco trabajados. No, el tema aquí es más esencial, tiene que ver con lo que Fichte, filósofo alemán de finales del SXVIII, llamaba el «Ich».

Lo importante es lo que experimentas tú y no la certeza de la hora a la que sale el tren en el que, idealmente, habrías querido viajar. Ese tren, e incluso el destino al que vas, son el «no Ich», todo aquello que no eres tú y que no existe hasta que lo vives. Es decir, que no pasa nada si no tomas el tren de las 13,15 desde Berna a Interlaken, que ya no te muestra Google entre las opciones posibles, al saber que no llegas. En su lugar te muestra otro abanico tentador de opciones que sí son posibles dada la hora que es y, en Suiza, en lo que tiene que ver con el transporte con el Swiss Travel Pass y los potenciales destinos, hay muchas alternativas atractivas.

En nuestra práctica grupal salimos cuando dice Mariana, que es a quien más le cuesta arrancar por las mañanas. Hasta que eso llega hay momentos de tensión, porque el Ich de cada uno se encuentra con el de los otros en un Airbnb (otro de esos inventos…) de un solo baño y con necesidad de trabajar en equipo para hacer los sandwiches de la jornada. La buena y mala noticia es que también hay Wifi, lo que provoca que el hecho de que sólo haya un baño no sea dramático, colma las necesidades de dos adolescentes y al tiempo las atrapa un poco a sus pantallas, porque chequear tres cuentas de Instagram, dos de TikTok y contestar los mensajes de las 9 amigas de verdad, como corresponde, no es una tarea fácil, ni corta. Ventaja, que estamos en la parte francesa de Ginebra y en Francia el váter está en una habitación separada de la ducha, lo que aligera notablemente el tráfico interno, en todos los sentidos.

Una vez tenemos los sandwiches y hemos salido todos del baño, elegimos el destino, miramos cómo llegar y vamos felices caminando a la frontera con Suiza, a cinco minutos pasando por el Parc du Fossard, un barrio monísimo de Thonex con casas unifamiliares. Nos sumergimos en el sistema de transporte suizo, compuesto por buses, tranvías, trenes, barcos, funiculares y teleféricos, que en todo hemos montado, dependiendo del mood en el que estemos y no nos preocupamos de nada hasta que, en algún momento de la tarde, cansados, decidimos volver a mirar Maps para regresar.

Y en el tren de ayer a Berna, iris iba leyendo en su Kindle (más inventos…) un libro que se llama «ADN cósmico» y va y me dice que mi Ich, osea yo, se encuentra en el axis que viene de Géminis y va hacia Sagitario. A mi el horóscopo me ha dado siempre poca confianza, lo ubico justo en el extremo opuesto en su axis con el sistema de transporte suizo, pero reconozco que me veo reflejado en muchas de las afirmaciones que se atribuyen a «lo mío». Me lee que Géminis es la tendencia a entenderlo todo y que Sagitario es la tendencia a ser pionero por buscar la verdad y que estos son los que marcan el camino, que por eso lleva en su símbolo un arco con flechas. Y que uno es pionero siempre en base a la intuición y no a pensar mucho. Lo primero que le pregunto es que por qué el mío es ese eje y no otro. Ves, ese es tu Géminis hablando, me contesta. Y continúa con que tengo que usar menos la cabeza y más las tripas. Que la intuición se siente en el cuerpo y el organismo y no en la mente. A mi la intuición me encanta, pero me resisto a soltar Google Maps. Ese es tu problema, me asegura ella.

Llegamos a Berna, es la fiesta final de los llamados Eurogames 2023, que coincide con el día del orgullo y hay manifa. Visitamos la casa donde vivió Einstein, a los osos símbolo de la ciudad, las fuentes, los relojes, uno de ellos también cósmico, como el ADN del libro de Iris, el museo de Paul Klee y descansamos en unos sillones de Le Corbusier hechos de hormigón. Nos comemos los sandwiches y pagamos 6 francos por un café con leche en un sitio monísimo. Cuando sentimos cansancio y se pone a llover, abrimos Maps y sentimos la seguridad de que en nada, dos horas y media o así, habremos llegado a Gaillard, después de tomar un tren, un bus, un tranvía y caminar doce minutos.

Al poco el Ich de cada uno está durmiendo en el tren de vuelta. Mi intuición y yo camino de Sagitario, vía Ginebra.

Pasen un feliz domingo y si están de vacaciones, no miren el reloj, no lean esto, no hagan nada, sólo sean y eso si, comprueben su posición en el axis cósmico.

P.S. Gracias primo Rafa por la recomendación literaria.

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