Gonza cariño, ¿me acercas ese cenicero?

Eso no va a pasar más.

Era esperado pero pareció mentira. La muerte sorprende más en personas que viven. Vivir no es estar, vivir es vivir y ella vivió, vaya si vivió. E igual que vivió murió: sin estridencias, con integridad, con calma, sonriente, de buen humor, con sus hijas, siempre con sus hijas. Diría que hasta fumando, pero no se lo permitían en el hospital.

Ella, «doctora» en medicina por numerosas y prestigiosas universidades, sabía que el momento estaba cerca y eligió cómo llegar.

No cariño, no quiero quimio, tampoco radio. Quiero que no me duela mucho y vivirlo con las mías, con los míos.

Como única condición la incondicionalidad con los suyos. Y su sonrisa llenaba la habitación del hospital, igual que antes el salón de su casa.

Su casa era donde en Nochevieja nos juntábamos para las uvas, donde siempre había champagne y foie, donde después llegaban las amigas de las primas, los amigos nuestros y comenzaba el año. Y el año comenzaba siempre bien.

Ella era de hablar, de llamar, de preguntar, de que le contaras. No ha habido cumpleaños de nadie de los suyos en el que ella no haya llamado. Y llamar no es enviar un mensaje, es marcar y hablar contigo.

Tenía una opinión sobre todas las cosas que le importaban y era probable que te la dijera si ésta no coincidía con la tuya. Pero nunca de forma agresiva, nunca indignada porque tú pensaras diferente, con la puerta siempre abierta a aceptar que cabía una posibilidad de que fuera como tú decías y solo porque eras tú quien lo decía.

Porque si eras de los suyos, incondicionalmente te quería, te respetaba, te entendía, te animaba, te apoyaba.

La víspera del día que murió estuvo como siempre. Yo no la vi, pero lo cuentan las primas y es sencillo imaginarlo. Su cuerpo y su organismo no tenían más cuerda, pero su alma y su espíritu sí.

Éstas últimas estuvieron en el tanatorio por la tarde. Alma y espíritu de Susy, de la Tía Susy, de la Tía, nos envolvieron a todos en forma de abrazos, miradas perdidas, lágrimas tras las gafas de sol, recuerdos, estupefacción, sonrisas.

No hubo champagne porque seguimos teniendo una relación injustamente sombría con la muerte, pero era la celebración de una mujer que llenaba estancias y yo brindo por ella.

Brindemos por la vida y por esta mujer, por la Tía, madre, abuela, amiga, cuñada, por la incondicionalidad con todos los suyos que encarnó y nos enseñó, cojeemos del pie que cojeemos. Porque todos, a ratos, vamos cojos y no importa.

Descansa en paz y reúnete con el resto de tuyos, que llevan tiempo esperándote.

Una respuesta a “La incondicionalidad”

  1. Avatar de Jose juan Caballero
    Jose juan Caballero

    Nunca leí nada que se ajustara tanto a la verdad. No sé cuál de sus tres amazonas lo habrá escrito pero no puede expresarse mejor.
    La gran pena que queda al margen de todos estas reflexiones sabias y certeras, es penar porque podrías haber aprovechado más tiempo con ella, haber aprendido más de ella y no lo has hecho. Nunca hubiera sido suficiente.
    Ojalá esté ya con nuestro José Luis!!!

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