Me invitó un amigo que no vive en Madrid. Lo hizo hace tiempo y bajo la única premisa de que «creo que te va gustar». Le pasé mi DNI y hasta el viernes 21 no volví a saber nada. Ese día recibí un correo con la invitación, el programa y un artículo que leí primero en diagonal y un día más tarde con atención.

Por lo que sea llevo tiempo separado de los eventos del mundo corporativo, se llamen estos como se llamen y hablen de lo que hablen, sobre todo si lo hacen de «lo nuevo que viene y nos va a cambiar la vida». Es un problema mío, lo sé, hay personas valiosas en muchos foros y pre juzgar y generalizar son hábitos nada saludables.

El título de la jornada era «Liderazgo consciente» y a alguno de los participantes los conocía por haber leído libros suyos y a otros personalmente, por habernos cruzado en algún otro encuentro a lo largo de estas décadas.

Al leer el artículo que venía con la invitación algo se movió en mí. Define «algo», me preguntó Iris cuando le conté que el lunes por la tarde no iba a estar en casa. Ese algo era la sintonía con lo bello, lo sano, lo sencillo, lo verdadero y no se puede explicar con palabras, así que contesté que era un evento al que me había invitado Suárez y que tenía muy buena pinta. Ah, y que estaría de vuelta en casa para ver el partido de España.

El evento estaba programado para las 4pm y quedé antes con mi amigo en «El perro y la galleta» de Claudio Coello. Hacía mucho que no nos veíamos y en ese café nos actualizamos un poco. Somos amigos desde que me despidió de la empresa en la que ambos trabajamos allá por el 2002 y con los años, la relación ha evolucionado en base a la confianza que se genera al despedir a, o ser despedido por, otro sapiens al que quieres.

Entramos y nos sentamos en la última fila, como los malos estudiantes. Él saludó a algunas personas y me presentó al organizador (Ricardo Forcano), al que no conocía personalmente. El auditorio era austero, funcional, elegante y aunque estaba ubicado en el metro cuadrado más caro de Madrid no se respiraba pretensión, más bien lo contrario. Y eso terminó de sintonizarme con lo que iba suceder a continuación.

Cómo fue lo que pasó:

Fue definitivamente bello. El lugar era perfecto: un atrio con un micro para la maestra de ceremonias y para el promotor del encuentro en su intervención introductoria, unos sillones para los invitados y unas ciento cincuenta sillas para el público. Un ambiente de silencio, de respeto, un proceso de registro rápido y sin tecnología, sin badges, sin producción, sin estímulos que entorpecieran el fluir de la energía. Allí solo había lo esencial para la tarea que se iba a acometer.

Fue sano. Un evento de cuatro horas un lunes por la tarde no es algo que los gurús del event management recomienden hacer y menos coincidiendo con un partido de fútbol de la selección en la Eurocopa. Un evento en el que el negocio o el potencial rédito de las relaciones públicas allí generadas es lo de menos, a priori tampoco suele ser algo en lo que se inviertan horas de nuestra arrebatada agenda (sin agencia muchas veces). Los eventos no suelen ser sanos, se pierde vida, energía y lo que se gana es poco o nada. Solemos ir a ver a los sospechosos habituales de nuestro sector, a afianzar las relaciones de negocio o simplemente a entretenernos. Pero el evento del lunes fue tremendamente saludable, se notaba que los promotores, los ponentes, los invitados, los técnicos, todos estábamos en armonía, en comunión. Miraras donde miraras y sobre todo si cerrabas los ojos, veías luz, sonrisas, conexión.

Fue sencillo. Formato clásico, sin innovar en la puesta en escena, sin digitalidad, sin IA, sin video molón, sin disrupción. Unos (sabios) hablan y otros escuchan. Un café entre las dos mitades para estirar las piernas y unos turnos de preguntas que se quedaron cortos porque el tema de la Conciencia es «el Tema» y los ponentes eran para llevártelos a casa a continuar la charla al lado del fuego, como cuando nos íbamos de campamento y nos acostábamos al amanecer.

Fue verdad. La verdad tiene relación con el espíritu, con la trascendencia, con poner tu yo a un ladito, con no perseguir tus narrativas o las de la era cultural que te ha tocado vivir. Y lo que pasó en esas cuatro horas fue verdad.

Y qué pasó:

Pasó que Ricardo Forcano es de esos que han identificado que los sapiens, hace unos cientos de años y seguramente coincidiendo con la Revolución Industrial, tiramos a la basura el «manual de ser sapiens». Aquel donde se explicaba que una parte de la realidad que experimentamos no es material y en el que se instruía en que lo espiritual también posee estructura, reglas susceptibles de ser aprehendidas por cualquiera y que nosotros humanos modernos no solo lo hemos tirado, sino que hemos olvidado que lo tiramos, motivo por el cual no entendemos la mitad de las cosas que nos acontecen y no sabemos por donde empezar a buscar.

Pasó que luego subieron al escenario cuatro sabios y una sabia, acompañados por sus entrevistadores y todos nos sumergimos en un intercambio de energía que nos invitó a regalar atención plena a unas simples conversaciones. Conversaciones y risas hablando del proceso de morir con Enric Benito. Conversaciones en las que anhelar otra pausa larga de Pablo d`Ors, maestro él de los silencios y, no en vano, autor de su biografía. Conversaciones y trascendencia en ese viaje vital por el que nos llevó Gonzalo Rodríguez-Fraile. Conversaciones y escucha activa, eso que es tan difícil y que tan sabiamente nos propuso Carmen Bustos. Y conversaciones sobre lo imposible que es quitarse al ego de encima para llegar a liderarse a uno mismo, como nos relató Enrique Álvarez.

Maravillado, tremendamente agradecido y tarde para ver el partido, salí de allí deseando volver a entrar y recordando a la autora de teatro argentina Andrea Garrote que, en su obra «Pundonor» describe que la Conciencia es como el juego de la muñecas rusas, pero al revés. En lugar de ir abriendo una muñeca y encontrando dentro otra más pequeña, la Conciencia es como abrir una matrioska al medio y encontrar allí una más grande y luego otra y luego otra y así hasta el infinito, hasta que te das cuenta de que la Conciencia es el suvenir de un viaje a Rusia que hicieron otros (¿Dios?), porque todo lo que somos está dentro de ella y hecho de ella, y por tanto es muy difícil de definir e identificar.

Gracias Ricardo, gracias Suárez y gracias a la Conciencia.

2 respuestas a “El encuentro”

  1. Avatar de Ricardo Forcano
    Ricardo Forcano

    Muchas gracias Gonzalo por tu maravillosa crónica de la Jornada de Liderazgo Consciente. No era nada fácil poner en palabras lo que vivimos el lunes, pero claramente lo has logrado.

    Dejo aquí la grabación de la jornada para quien tenga curiosidad: https://www.youtube.com/live/8G1h4OV_3sc

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    1. Muchas gracias Ricardo. Fue un encuentro maravilloso.

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