Equilibrismo dependiente

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¿Cómo definirías el espíritu? Me lo ha preguntado Iris esta mañana y me he quedado quieto. Al momento he pensado que pensar algo, conduce casi siempre a nada. En concreto a la nada de cada uno, esa que consideramos mucho, pero que sólo es una interminable cascada de narrativas enlazadas, desde nuestro egoico punto de vista. Pero no nos castiguemos, esa manera de (no) ser, ha sido fundamental para sobrevivir y es en lo que hemos sido entrenados desde siempre.

Vivimos una época de gran desarrollo científico y tecnológico, que ha conseguido un alargue sin igual de la vida de los individuos, en un periodo de tiempo muy corto, así como una mejora notable del bienestar físico de muchos (debería de ser de todos) de los que habitamos el planeta. Protegidos de los climas extremos, el hambre y de enfermedades antes incurables, los números muestran que estamos mejor que en cualquier otra época cultural pretérita.

Pero en la misma medida en que la ciencia y la tecnología han facilitado la vida material, hemos esquinado la espiritual, nos hemos olvidado de nuestra naturaleza y nos hemos desconectado de la Naturaleza, del planeta. El resultado: peor nosotros como seres vivos y peor el lugar que habitamos.

Y mi hipótesis es que esto se soluciona con más dependencia por un lado y con equilibrismo por otro. Las enfermedades invisibles van a mejorar en la medida en la que, tanto a nivel individual, como colectivo, seamos capaces de reconocer que somos interdependientes unos de otros y el planeta de todos nosotros, de aspirar a crear una vida con mayor y mejor dependencia y de actuar como equilibristas en el alambre, para promover la misma. Y no lo digo como planteamiento filosófico, que también, sino sobre todo como instrumento práctico para mejorar la existencia.

Pero aquí es donde la pregunta del principio gana trascendencia, porque es del espíritu de lo que estamos enfermos.

Y ahora que tengo tiempo, voy a tratar de concretar. Frase esta que me conduce a los dos primeros problemas: el espíritu es lo contrario de lo concreto y el tiempo es una ficción humana. Suma a eso, que lo que yo denomino «yo», no es más que un ser vivo con un filtro individual de Conciencia, dentro del gran organismo que es el planeta, la naturaleza, el cosmos .

Apuntado eso, sigo con concretar, que es definir, acotar, medir, calibrar, conceptos todos muy valorados por cualquier interlocutor que te cruces en tu vida: padres, profesores, compañeros de universidad, colegas de trabajo, cuñados, alumnos, vecinos, compañeros del centro de día, nueras, nietos. La vida te pide que seas concreto, preciso, que te posiciones, que además lo comuniques bien, que le llegue a los demás en tiempo y forma, que el mensaje tenga éxito, se pueda monetizar, sea público, o publicable, o conocido y por tanto, popular. Es decir, concretar es un verbo que pertenece al mundo de lo material, de lo contable.

Pero lo espiritual es justo eso que no se puede contar, en ninguna de las acepciones de este verbo. Ni contar numéricamente, ni contar literalmente (narrar), y por eso no es popular en este mundo, que valora tanto las ciencias exactas y las de la comunicación. Por eso, lo espiritual lo plasman mejor los artistas con sus obras, sin palabras que las expliquen, sin explicaciones que las concreten. Lo espiritual es aquello que sucede y que no sabemos expresar en el momento inmediatamente posterior a que suceda y que ni el más versado de los comunicadores logra acercarse a reproducir. Lo espiritual es vivido por uno, pero sobreviene siempre de la ausencia de conciencia (filtro) individual, y a menudo de la experiencia conjunta con otros, o con la naturaleza. Es lo que pasa delante de una gran montaña, o mirando al mar, es lo que sucede en un concierto, o en una mirada entre dos enamorados. Lo espiritual es lo que nos falta en la ecuación cultural actual, donde ser humano se nos vende simplemente como una carrera hacia la independencia, que debería de coincidir con la felicidad. Y esta felicidad, como el resultado de tener dinero y salud, ni siquiera ya el Amor es necesario.

Y a la independencia, el dinero, la salud y por tanto la felicidad, se nos dice que se llega siendo racional, pensando mucho. Y debe de ser por eso que los humanos tenemos unos 70.000 pensamientos al día. Lo que sucede es que la cadena de pensamientos, en unos pocos segundos, puede seguir una secuencia parecida a la siguiente: no he sacado la ropa de la lavadora, se va a arrugar, no me gusta planchar, en qué momento decidí estudiar filosofía, una carrera sin salidas, por qué mi padre no me insistió en hacer Teleco, cómo perdí el tiempo en aquellos años, si hubiera sabido lo que sé ahora, qué coñazo los niños del vecino de arriba haciendo ruido, mierda, no he llamado a mi madre, me duele la cabeza, hace calor, a ver si llegan las vacaciones, otra vez es día 5 y hay que pagar el alquiler, qué cabrón cómo vive Fulanito, que imbécil este de Twitter, no soporto el hablar en círculos de Pedro Sánchez, cómo mola esa chica que imita a Rocio Monasterio en TikTok, a ver si empieza el partido de la Eurocopa, qué le cuento a este tipo mañana sobre el proyecto…. Y todo esto ha ocurrido en mi interior mientras el móvil vibraba, el café estaba en el fuego, la radio hablaba de lo irresponsables que son los jóvenes y el banco llamaba porque les debes 342 euros.

Y es aquí cuando apelo a lo del equilibrismo, porque no es sencillo ser nosotros, estar en nuestro eje. El mapa que nos hemos construido como sociedad es el equivocado y el ruido exterior asfixiante, lo que nos deja poco margen para organizar nuestra brújula interior y aspirar correctamente.

Así que no se vosotros, pero yo me voy a vivir al campo. Pasen una semana dependiente y en equilibrio.

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