El materialismo domina nuestra época. Los medios de información, cada vez en menos manos y absolutamente uniformes en objetivos e intereses, invaden la conciencia colectiva. Incluyo en estos medios a los grandes patriarcas modernos de la tecnología, con Google y Facebook a la cabeza, que no sólo enseñan las informaciones en base a sus sesgados algoritmos, sino que también deciden activamente y a través de equipos de humanos con altas capacidades (casi divinas), qué contenidos son aptos para ser publicados y por tanto consumidos, en sus nada militantes, blancos, ecuánimes y desprejuiciados sites. Y todo por nuestro bien (que simplemente somos pobres humanos) y por el de nuestra sagrada democracia.
Hay muy poco espacio/tiempo para estar atentos a nuestra propia conciencia. El mensaje dominante es que la libertad individual es el objetivo y el «bien supremo», y esto provoca que nos separemos unos de otros, y todos de la propia naturaleza. Apela a que la responsabilidad de nuestro malestar/fracaso es sólo nuestra, y provoca que las élites (políticas, económicas o académicas) no sean responsables de nada. Que lo tienes todo para ser feliz, porque cada cuatro años puedes votar por un gobernante distinto y que si no lo eres, es por tu propia incapacidad, porque está todo a tu disposición. Y que está en tu mano (individual) poder solucionarlo, sin necesidad de militar en nada.
Pero yo creo que la única posibilidad de cambiar esto es militando. Pero militando en qué.
Militando entre los que beben del vaso medio lleno, entre los que diferencian mente de cerebro, entre los que creen sin tener de ver. Militando entre los que promueven que la conciencia no es (sólo) un constructo creado por nuestra capacidad narrativa. Militando entre los que tratan de vivir en armonía con dicha conciencia. Militando conscientemente entre los que saben que la falta de equilibrio (disease) no es buena para uno, ni tampoco para el otro, ni para el todo. Y que ese es un motivo más para cuidarse, para cuidarnos. Militando entre los que además, consideran a la conciencia un «fenómeno demostrable empíricamente».
Así que milito con los que reconocen su conciencia individual, esa que nos empuja siempre hacia lo bueno aunque nos resistamos, aunque nos hagamos los locos, aunque la ignoremos mirando el teléfono, o teniendo una reunión por Zoom, o saliendo a correr, o tomando otra cerveza en los bares de Madrid.
Milito con los que valoran lo que está más allá de su conciencia individual, esa a la que se accede cuando te duermes, te relajas o agotas mucho, o te distraes demasiado. Milito entre los que creen que los sueños no son simples narraciones fantasiosas de nuestro cerebro, creadas de manera random con los datos que ha recogido en nuestra vigilia.
Milito con aquellos que pelean por separar su conciencia de su tradición y de su opinión pública, con los que contemplan la conciencia colectiva como el lugar donde residen las informaciones que afectan a los iguales, a los hermanos y que acude a nuestro rescate cuando se la necesita. Milito con quienes sienten la numinosa presencia de la conciencia cósmica al miran al mar, o a la montaña, o cuando ven los pájaros migrar cada invierno hacia lugares más cálidos.
Milito entre los que creen que el mundo es mucho más que materia, que la conciencia no es (sólo) el producto de las conexiones sinápticas de nuestras neuronas, unido a milenios de evolución. Milito entre quienes saben que la conciencia envuelve y convive de manera profunda con lo que vemos y tocamos, con las moléculas que lo componen y más profundo aún con sus átomos y con las partículas subatómicas. Pero milito más aún, con los que reconocen que la conciencia es además lo que nos ata a millones de años de historia del planeta, de nuestra especie y de lo que subyace a todo esto.
Milito entre quienes creen que la libertad es una misión divina, inherente al hecho de ser humano. Que al final humano y divino es lo mismo. Al igual que lo es animal y divino, vegetal y divino, o mineral y divino. Milito entre aquellos que son libres para reconocer que somos todos uno con el cosmos. Milito entre quienes aceptan que la libertad no es hacer lo que quiero, sino ser lo que soy. Milito entre los que sienten que ésta libertad de conciencia nos llevará a la felicidad y entre los que saben que tras la felicidad, volverá el sufrimiento.
Milito con los que se trascienden cada día un poco más, con los que quieren equilibrar su individualidad con lo insondable. Milito codo a codo con los que saben que la muerte no es sólo la ausencia de vida y que allí no se acaba todo.
Milito con el que lucha con ahínco por ser honesto, con el que trata de ser y estar sano, con el que es sencillo y con la belleza que cantaba Aute. Milito con los que buscan el equilibrio y la luz sin necesidad de que tú te enteres, con quienes viven el éxito de no torcerse, con quienes consiguen girar sobre su eje.
Y milito sobre todo con los que ven en la vuelta a la filosofía (el estudio de la sabiduría), la oportunidad de equilibrar el absurdo poder de la tecnología, que se ha fusionado con la ciencia y que ya parecen la misma cosa.
Milito y les deseo que pasen un feliz domingo. Aupa Atleti y força Penya.
Deja una respuesta