Ya no me duele

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Irma estaba en su nueva casa en el estado de Nueva York. El Contrafantasma en la oficina de siempre, en la ciudad de Madrid. Ella se encontraba confusa, culpable y ociosa. Él resignado, intrigado y más ocupado de lo normal. Los humanos traemos en nuestra programación una linea de código que dice que el tiempo lo cura todo. Y así estaban, dejando pasar el tiempo entre ellos. Lo que sucede es que el tiempo no cura nada, eso es una idiotez. El tiempo solamente pasa y la consecuencia de ese avance, es que lo que duele lo desalojamos de nuestros pensamientos, hacemos que baje, y baje, y baje, hasta que se instala en el subconsciente. Y una vez allí vuelve a aparecer, doliendo de manera diferente y en un lugar distinto. Y en ese momento cuesta mucho más relacionarlo con su causa original y por tanto, poner el remedio.

El Contrafantasma tenia una contractura en el lado superior izquierdo de su espalda, justo en la zona donde se enganchan las alas, lo que hacía que no encontrara una posición cómoda en ninguna de las actividades cotidianas, salvo tumbado en la cama. La fisio del trabajo le había hecho daño al manipularle, pero no había tenido efecto alguno sobre su molestia. El kinesiólogo del barrio le había puesto botecitos con flores de Bach por el cuerpo, le había dado una mezcla de dos o dos de ellas y le había recomendado dejar salir su ira sin temor. Este último comentario se lo podía haber ahorrado, pensó el Contrafantasma al salir de la consulta, pero no dijo nada. Regresaba a su casa aguantando su dolor y pensando en Irma y el día que se abrazaron. De pronto relacionó ambas cosas, paró y retrocedió una manzana hasta llegar al bar de Jesús. Se sentó en una mesa y se dispuso a escribir a Irma.

¿Qué es el amor para ti?, escribió en el asunto del correo. Sabía que sonaba pretencioso y eso le hizo dudar, pero una vez empezó, no paró hasta escribir todo lo que tenía dentro. Al salir del bar, donde había bebido un agua con gas, había parado de llover y hacía fresco. Se puso la mochila cruzada y decidió dar un paseo hasta su casa. 

Para Irma era la hora de comer, había dejado de escribir y comprobó su correo antes de calentar una sopa de cebolla, que ella misma había cocinado la noche anterior. Según abrió la aplicación, el texto en negrita que decía «¿Qué es al amor para ti?», resaltaba entre todos los demás. Lo leyó despacio, parándose en cada frase y tratando de integrar lo que en él estaba escrito. En el email el Contrafantasma le contaba que el amor era un dolor que tenia en la espalda desde hacía dos semanas, desde que ella se había ido sin avisar. Decía que él había tratado de olvidar sus encuentros, que había intentado trabajar más, salir más, dormir más, leer más, en definitiva ocupar más su tiempo, y sobre todo, su mente. Decía que había decidido que olvidarla era cuestión de tiempo y que solo tenia conseguir que este pasara. Pero que no lo había conseguido y que de pronto había reconocido que ese dolor estaba ahi, en su lado izquierdo, para recordarle que ese trabajo voluntario de tratar de olvidar, no era lo que tenía que hacer, Que lo que le pedía el cuerpo era saber de ella y no lo contrario, que estaba preparado para conocerla más y que creía que también para amarla.

Al terminar de leer, algunas lágrimas cayeron por las mejillas de Irma y unas ganas tremendas de agarrarle de la mano de nuevo, emergieron desde muy dentro. En lugar de eso encendió su móvil español y le escribió un WhatsApp.

El Contrafantasma reproducía en bucle la voz de Chris Martin cantando»Fix You«, que por alguna razón solo la escucha en noviembre, cuando llueve, anochece pronto y todo parece que se va a la mierda. Y mientras caminaba y estando a un paso de llegar a su casa, recibió un mensaje en su móvil que decía, quiero verte, se que me marché de mala manera, que estuve mal, pero quiero verte y que me cuentes eso del correo, que me lo expliques y que veamos si se te va el dolor de espalda. Quiero probar a ponerte el ala que parece que te falta y a que tu me pongas a mi las mías.

Al llegar a su casa, un cuarto piso son ascensor, el Contrafantasma se sentó en la barra de su cocina y sin aun quitarse el abrigo, comprobó que no le dolía la contractura y se puso a buscar billete para New York.

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