El Contrafantasma aprovechó para leer lo referente al cambio de año en el «Manual Básico para Orientarse en el Mundo«. Este decía que hacía décadas que se había decidido eliminar el día 1 de enero del calendario. Como el ser humano no tiene la capacidad de modificar el cosmos y las cuatro estaciones siguen sumando 365 días, habían consensuado acabar con el primer día del año de manera simbólica. Así, las 12 primeras horas de cada año se consideran parte de la Nochevieja y las 12 siguientes han pasado a ser divinas. Esto ha provocado que ese momento que antes eran un continuo de comidas incómodas de familia, calles vacías, bostezos, dolores de cabeza, paseos por la naturaleza y resaca generalizada de dos tercios de la población occidental, sean ahora los 720 minutos más importantes del año. El calendario comienza en el día 2 de enero, decía el manual, y el antiguo primero de año se utiliza para conectarse con uno mismo de verdad. No hay televisión, se corta internet y los teléfonos sólo funcionan para emergencias. Doce horas enteras sin Whatsapp, sin buscar nada en Google, sin leer prensa, sin escuchar radio. Setecientos veinte minutos sin chequear el teléfono en busca de alertas, ni quedar con nadie, sin recibir un email de promoción de La Casa del Libro o de Media Mrkt. Media jornada donde es legítimo no hablar a tu pareja o a tus hijos, donde puedes no llamar a tus padres para ver qué tal están. Este momento se ha convertido en sagrado, e incluso los recién nacidos dan tregua. Habrá que probar en 2019.
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