Gourmet Burguer Kitchen (GBK). El nombre del establecimiento era sospechoso, pero decidió entrar. Acababa de ver la película sobre la historia de McDonald´s y necesitaba reconciliarse con el mundo de la hamburguesa. La imagen exterior proponía un mejor trato que la cadena norteamericana, una materia prima cuidada y había opciones gluten free suficientes. Para que la experiencia fuera completa, me refiero a mancharse las manos hasta los codos, decidió comer la Major Tom, como se llamaba el plato estrella del lugar. Estaba solo y se acomodó en una mesa individual junto a una pareja en la sesentena, con aspecto cuidado y que se miraban con atención mientras conversaban en inglés. El se daba un aire a Sting, delgado, músculo sin pasarse, cara angulosa y firme, rubio al que la cana se le nota poco, vestía camiseta de manga corta oscura, tejanos, sandalias y portaba con gracia un arete en su oreja izquierda. De ella solo recuerda sus ojos azules, en los que se perdió al sentarse y ver la luz de la ventana reflejada en la cara de la señora. Imaginó que con esos ojos debió de haber sido fácil para su pareja elegirla cuarenta años atrás. Y no por la honestidad y belleza que ofrecían, sino porque no había salida posible, eran un one way ticket, te quedas o te quedas, Y el Contrafantasma también se quedó.
Era tan corta la distancia que escuchaba sin problema la conversación. Se levantó a pedir su comanda aprovechando que ella fue al baño. Al volver a su mesa, Matt y Ojosclaros (ella le nombraba a él constantemente, pero él a ella no y no importaba, la verdad) ya estaban comiendo y seguían su charla. Hablaban de la muerte, de su muerte, de cómo hacer para que, llegado el momento, fuera una celebración y no un drama. Coincidían en que sería inevitable el dolor de los que les querían y sobre todo de cada uno de ellos por la pérdida del otro. Bromearon con morir a la vez, con organizar otro evento como el de los 35 años de casados que acababan de celebrar. Y hablaron de rediseñar su muerte, hacerlo todo más bonito, más fácil, más verdad. Hablaron de cómo querían que fueran los últimos días, de que querían morir en su casa, de que era muy importante conocer la muerte en primera persona, verla acercarse, abrazarla. Que esto ayuda al que se va y sobre todo a los que se quedan. Que no querían que fuera en un hospital, rodeado de profesionales con jerga incomprensible y de máquinas que miden de todo menos la energía existente en ese momento crucial de la vida. Brindaron con el vino blanco que les quedaba en las copas, se levantaron y salieron cogidos de la mano.
Al Contrafantasma de siempre le ha atraído la muerte y ahora estaba más cerca de saber porqué,
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