El amor era tan recurrente en la vida del Contrafantasma como lo era en la del resto de humanos, por cínicos que sean, o seamos.
A veces solamente por referencias de terceros, de desconocidos que te cuentan su historia porque se han sentado en la mesa de al lado y su amada llega en el siguiente tren rojo. De cercanías.
Otras por ausencias, por todos esos años en los que la gráfica del anhelo estaba en el punto más bajo, alejada de los abrazos por detrás sin avisar de ella diciendo te quiero.
Y todas porque qué coño, es una bendita maravilla estar enamorado. El Contrafantasma salió de casa riendo.
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