Mi madre nos solía decir que era mejor no llamar la atención, no significarse. Yo no estuve siempre de acuerdo con aquella posición, o no la entendía bien, o no me encajaba del todo. Aún así, casi nunca me alejé de los estándares y he sido un «buen chico», sobre todo si te quedas en lo que se ve desde el exterior. Pero hoy me voy a separar consciente y deliberadamente de la media nacional. Y cuando escribo media, me refiero a los dos, a los media y al average.

He elegido no estar polarizado y para eso he tomado tres decisiones y me he agarrado fuerte a una filosofía básica. Las tres decisiones son apagar los medios, poner mi yo a un ladito y tener la voluntad de amar. El precepto filosófico no va a sorprender, se trata de no encarar la realidad desde el Materialismo mainstream (izquierda/derecha, comunismo/capitalismo), sino desde el Antropocentrismo. Enfoque que pone al ser humano en el centro de la realidad, pero no en el centro político, sino entre el mundo exterior material que experimentamos con los sentidos y los mundos invisibles, que son la conciencia (lo que pensamos), el más allá (lo que soñamos) y el mundo interior (lo divino, es decir, lo humano).

Apagar los medios.

Terminado The Last Dance, nos hemos quedado huérfanos de cosas molonas en la tele y a punto de acabar el encierro, tampoco han sobrevivido la radio ni los digitales. En Twitter, esa plataforma diabólica, me hallo en estricto plan de desescalada a través de la conocida defensa en zona 1-3-1 (máximo 1 like, 3 visitas y 1 retuit al día). Aguantan los podcasts, formato en el que cada cual puede encontrar información y entretenimiento sobre sus temas favoritos, ya sean éstos pesca con mosca, humor, meditación o energía nuclear. Los podcasts requieren de una voluntad activa de escuchar y además se hace individualmente. No es un ruido de fondo, sino una elección. Y dependiendo de tus gustos, en muchos casos no están condicionados por la parte material de la realidad, porque casi no tienen publicidad, ni contenido patrocinado. Creados por particulares ingeniosos, profesionales brillantes, o estudiosos de temas dispares con dotes de comunicación, siempre encuentras un podcast al que engancharte por una hora, un día, o una época.

Mi Yo, a un ladito.

El otro día escribía que el Yo es el centro del alma y que el alma es el principio básico del movimiento de los seres vivos. Cuando se dice que la depresión es una enfermedad del alma, se refiere a que afecta al movimiento del individuo. El que haya estado con depresión identificará la sensación de que nada te hace levantarte de la cama, no hay nada que te mueva. Los humanos debemos desarrollar un yo fuerte en los primeros 12 años, para luego poder manejarnos en la vida, pero se nos ha ido de las manos y la consecuencia es que nos damos demasiada importancia. Y cuando uno se da importancia, se indigna mucho por lo que hace o dice el otro. Cuanto más grande es el Yo, más existen los Otros, y da lo mismo que sean los de otro partido político, los de otro equipo de fútbol, o los que no te dan el paso en el portal de casa. Para relajar el yo, funciona muy bien el humor, sobre todo enfocado hacia uno mismo.

Tener la voluntad de amar.

«Love people. Use things. The opposite never works«. Le tomo prestada esta frase a dos tipos que viven con el minimalismo como propósito y han montado un negocio para divulgar las enseñanzas de esta forma de vivir mejor, con menos. The Minimalists, que así se llaman, tienen varios libros, un site y un podcast magnífico, además de un documental en Netflix. Merece la pena curiosear en sus materiales.

Hoy más que nunca es momento de amar al prójimo, palabra que viene del latín _proximus, y que significa el más cercano. Y es que de verdad todo empieza por el de al lado, por tu pareja, que tras 70 días en casa no es un tema menor, por el vecino que le da a la cacerola, por el que no se pone la mascarilla, por la señora mayor que se cuela en el supermercado. Y sé que es difícil entender la marcha de coches del día de ayer, o el pacto con Bildu de Sánchez, pero el amor y la compasión, son la única garantía para salir mejor de todo lo que está pasando, con nuestros aciertos y nuestras limitaciones.

Y amar no significa ser equidistante, ojo. Las cosas que están mal, están mal. Pero eso no quiere decir que uno tenga que reaccionar ante ellas. Hay que tratar de responder, en lugar de reaccionar. Y a esto ayudan mucho los dos puntos anteriores, no estar intoxicado por los medios y darse menos importancia. Hagan la prueba.

Antropocentrismo.

No me cansaré de repetir que hay una carencia enorme ya de saque, y es el hecho de que no contemplamos la realidad completa, sino sólo la capa exterior, la material y así es complicado estar en equilibrio con uno mismo y con la vida. La división no es entre izquierda y derecha, o entre capitalismo y comunismo, la división es entre dentro y fuera, entre la superficie y la profundidad, entre lo visible y lo invisible. Porque no se ve, pero estamos todos conectados con el resto de humanos y de seres vivos, y todas nuestras acciones causan efecto en el cosmos (empezando por uno mismo). Si integramos eso, agitaremos menos banderas, o no nos molestará que otros la agiten, nos pondremos la mascarilla, o entenderemos que si alguien no la lleva es por algún motivo justificado, y seremos capaces tanto de cuestionar severamente al gobierno, como a los que se manifiestan con sus BMW´s por nuestras ciudades. Y el otro dejará de ser el otro, para ser uno de los nuestros.

Si nosotros jugábamos al mus en parejas mixtas con los del Madrid, la noche antes de jugar una final…

Feliz fase 1, esta vez sí. Nos vemos en los bares, que ya está bien de leer posts como éste.

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