La contrahistoria

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Empecé este blog en 2014 con un amigo, con la idea de escribir un post cada uno, como en una relación epistolar. Se llamaba El Contrafantasma y Buscasosiego. La cosa no cuajó, mi amigo debió de encontrar sosiego en alguna otra parte y en 2017 lo recuperé sólo, eliminando los posts antiguos (salvo uno) y acortando el título a El Contrafantasma. Casi todo aquel que sabe que yo escribo esto, en algún momento me ha preguntado el motivo del nombre. Yo cuento la historia de mi amigo y nuestras cartas, pero nunca el porqué de aquel personaje y de este blog.

Y el otro día en sesión me lo preguntó mi terapeuta. Cuando te pregunta tu terapeuta es difícil hacerse el (más) loco. No puedes sacar el móvil y mirar tus mensajes, ni cambiar de tema y hablar de la conspiración para el control social que se han montado las élites con el virus éste, ni tampoco salir corriendo con la excusa de la siguiente reunión. Así que le expuse el cuentito de mi amigo y la relación epistolar, enriqueciendo algunos detalles, mientras él ponía cara de vale-estás-hablando-en-círculos-como-pedrosánchez-pero-no-te-voy-a-insistir. Acabó la sesión y cerré Skype con la pregunta botando en mi cabeza. Es cierto que yo mismo no estaba seguro del porqué de ese nombre, hasta ayer que algo pasó durante el paseo de la tarde.

Era sábado 2 de mayo, aniversario del levantamiento contra los franceses y el día de un nuevo levantamiento, éste dividido en franjas por el BOE. Por la mañana deportistas o gente que empezó ayer mismo a hacer deporte, después nadie porque en este barrio no hay mayores de 70, luego multitud de niños con sus padres, carritos, patinetes y pelotas. A continuación otra vez nadie y a partir de las 8, de nuevo multitudes preparándose para los JJOO y por qué no decirlo, un ambiente festivo en las calles del barrio.

Sonaba «20 de abril (del 90)» a volumen notable en uno de los jardines de vecinos y eran cerca de las 9pm, se veía más gente que en el famoso cruce de Shibuya de Tokio, parejas y tríos cruzándose con runners, ciclistas, skaters, rollerbladers y dogwalkers. La sensación era una mezcla de la entrada del Madcool, coincidiendo con la llegada de la media maratón. Hordas de gente de buen rollo, ciudadanos asfixiados embutidos en arriesgados modelitos de Decathlon, sonrisas intuidas detrás de las mascarillas, energía positiva y por qué no decirlo, un gran respeto y conciencia por el prójimo. Y además era un estar por el simple hecho de estar, Personas disfrutando del presente, sin la expectativa de que lo siguiente en sus vidas fuera mejor, sin prisa por llegar a ver el partido de la tele y sin agobios por hacer la cena a los niños. Seres humanos disfrutando del momento.

Y por si todo esto no fuera suficientemente diferente, tampoco había vehículos circulando, ni patrocinadores anunciando, ni foodtrucks humeando, ni terrazas sirviendo, ni tiendas de conveniencia ofertando. Anoche había cero expectativas, cero emisiones, cero consumismo inútil, cero de toda la basura que tragamos cada día en la antigua normalidad. Eso sí, se espera hoy un ataque masivo de ácido láctico en los músculos de los deportistas confinados durante cuarenta y tantos días. Lógico.

Y mientras caminaba por ese ambiente festivo pensaba en lo del nombre del blog. El fantasma me representa porque fui evolucionando como fantasma desde los 6 hasta los 36, de forma absurda y meteórica. Fantasma hasta el extremo de dejar de ver mi realidad, de no reconocerme al pasar, de obviar mi esencia para fomentar mi presencia, y siempre en función de lo exterior, de lo otro, de los otros, de lo que yo pensaba que se esperaba de mí. El fantasma en que me convertí era especialista en atajos fáciles, en desaparecer si había conflicto, en no pelear. Daba lo mismo que fuera un examen, una relación, o montar un mueble de Ikea. Yo me escaqueaba como si no fuera conmigo, convencido de que yo era así… Pero la realidad es que andaba agotado de caminar sin dirección, sumido en un constante conflicto y peleado con la vida, con mi vida.

De mi batalla por dejar de ser aquello surgió el prefijo contra del título de este blog y anoche, caminando por la ciudad en este extraño momento histórico y escuchando a Celtas Cortos, reconocí un segundo y más importante motivo. Los fantasmas pertenecen al mundo de lo invisible.

Reconocer, normalizar y comentar acerca de lo invisible y su importancia en nuestras vidas es el motivo por el que escribo este blog. Y cuando digo lo invisible, me refiero a todo aquello que no se experimenta con los sentidos exteriores, pero que sentimos, que no pertenece al mundo de la materia, que sucede detrás de nuestra pantalla interior, pero que nos acompaña, nos conmueve, nos empuja, nos descoloca, nos incomoda, nos emociona… Todo eso que nos callamos porque no estamos seguros, lo que sabemos con certeza (divina), pero no ejecutamos por no molestar, lo que intuimos, lo que soñamos… Invisible es la mayor parte de la vida, invisible es el amor, el talento, la felicidad, los valores o el efecto del alcohol de una botella de Vega-Sicilia.
Y lo invisible no nos enseñan a reconocerlo, no es cool, no es mainstream, no está presente en las sucesivas leyes educativas y cada vez menos en las tradiciones familiares y en esta cultura nuestra en general. Lo que manda en la antigua normalidad, la que tenemos aún vigente, es aquello que se puede medir y pesar, aquello que se puede contar. Pero, ¿y si resulta que la nueva normalidad es vivir siendo consciente de que lo invisible también cuenta?.
Feliz domingo. Ánimo que las agujetas se quitan con más ejercicio.

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