El virus y el aire

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Bajando al perro se encontró al virus, estaba apoyado en la barandilla de la escalera de su bloque, canturreando el «No puedo vivir sin ti» de Coque Malla. Lo había traído la vecina del tercero. Ella que desde febrero va con guantes y mascarilla. Ella que le había regalado un bote de gel hidroalcohólico el día anterior. Ella lo dejó allí cuando cumplía su programa diario de ejercicio físico, subiendo y bajando escaleras.

El virus saludó y el Contrafantasma se paró a un metro de él. Tenía el mismo aspecto que en los gráficos de los periódicos, de colorines, luminoso, redondito y con esos filamentos que le dan prestancia y por qué no decirlo, cierta gracia. Se miraron, se reconocieron y el Contrafantasma siguió su camino hacia la desierta calle. Se fue pensando cómo algo tan pequeño, está poniendo patas arriba el mundo que hemos conocido hasta la fecha. Se preguntó a qué nivel del cosmos pertenece un virus, si es animal o planta, siendo obvio que es algo vivo.

Una forma de vida que invade al ser humano por donde respiramos, que literalmente nos deja blancos los pulmones, nos quita el aire. Un ser humano puede vivir semanas sin comer, días sin beber, pero sólo minutos sin respirar. Ahí nos han dado en la diana, el culo lo tenemos como la bandera de Japón, pensó.

Y el aire, además de ser invisible y de ser capaz de acoger al resto de elementos, la tierra (como polvo), el agua (como vapor) y el fuego (como relámpagos en una tormenta), es de las pocas cosas gratis en esta sociedad donde todo tiene un precio. Una hambruna se puede combatir con comida, una sequía con agua, pero para la falta de aire no hay remedio, salvo llevar a los infectados a los hospitales, donde no hay lugar para todos y se ve que tampoco hay material suficiente.

Caminando escuchaba un podcast de la NPR americana, que hablaba de la gestión de la crisis por parte de Trump  y que vaticina que en pocas semanas ese país será el número 1 en el ranking de contagiados, lo que no sorprende porque en nuestra época cultural, USA siempre ha sido el número 1 en todo, y aquí no podía ser menos. Y lo de Trump le hizo pensar en Sánchez, mientras se cruzaba con otro caminante de perros, animales que se han convertido en artículos de lujo y salvoconducto para respirar aire fresco estos días. Y al pensar en Sánchez, pensó que los gobernantes que elegimos son simples gestores del presupuesto y que en la mayoría de los casos, solo piensan en ellos y en las próximas elecciones y que casi nunca se topan con situaciones que requieran de liderazgo real. Ese que se necesita para cuando les falta el aire a tus conciudadanos, a esos que pediste un día el voto.

Y para colmo, el virus se lleva a los viejos sabios, a aquellos que tienen la experiencia, la autoridad y la claridad para hacernos entender y aguantar esta crisis. Y se van porque están más débiles y porque en los hospitales, el protocolo dice que si pasas al nivel 3 de la neumonía (el de necesitar oxígeno), y tienes más de 80 años, no se te asigna material porque no hay tubos suficientes.

El Contrafantasma volvió a casa y al subir las escaleras vio al virus en el mismo lugar, estaba de color amarillo pálido y no se movía. Se acercó y comprobó que estaba muerto. Y se alegró, uno menos.

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