El Contrafantasma estuvo el jueves en una conferencia a la que le invitó su amigo Martín. y que se titulaba «Amor». No había demasiada información en la web de los organizadores, salvo un texto que decía, «Umdenken, es necesario un cambio en la forma de pensar». Como la tarde en la oficina era espesa y Martín le había insistido un par de veces, le pareció buena idea acudir al centro y de paso ver las luces navideñas. Caminó Conde de Peñalver hasta Goya, y de allí por Alcalá hasta la bifurcación con Gran Vía. Subió por las nuevas aceras de Carmena y entró en Callao para dirigirse a la librería La Central, lugar donde era la charla. Habían habilitado la última planta y colocado unas 40 sillas en forma de circulo, rompiendo el habitual formato magistral donde uno habla y el resto escucha. Echó según entraba un vistazo a la sala para encontrar a Martín. No le vió y se sentó en la silla que tenía más cerca. Aún quedaban 15 minutos para empezar y a su lado estaba la sección de poesía. Delante de él un libro de Karmelo C. Iribarren titulado «Amor, ese viejo neón», que le pareció muy oportuno y se preguntó si sería parte de la producción del evento. Estuvo entretenido leyendo hasta que se apagaron las luces y comenzó a sonar una música conocida y una luz enfocó a una mujer vestida de negro tocando el chelo. En una de las paredes se proyectó un texto que decía que la pieza era el preludio de la Suite nº1 para chelo, de Bach. Fueron poco más de dos minutos, suficientes para hacer olvidar a la audiencia lo que tuvieran en la mente hasta ese momento.

La sesión se dividió en cuatro actos, cada uno con un interlocutor diferente y con la proyección de la pared haciendo de narradora. Los ponentes eran personas anónimas: una periodista, un carpintero, un profesor y una filósofa. Cada una habló de uno de los cuatro niveles de desarrollo del amor; la atracción, el enamoramiento, la erótica y la amistad. Los 90 minutos que duró pasaron volando y al terminar hubo en la sala una sensación agridulce, que iba desde el alivio por entender algo tan intangible y tan real al mismo tiempo, hasta el asombro porque nadie se lo hubiera contado antes así. Ni padres, ni profesores, ni hermanos mayores, ni jefes, ni parejas, ni terapeutas explican qué es el amor, ni mucho menos cómo funciona. Especialmente emocionante fue la exposición de la filósofa que habló del cuarto nivel de desarrollo, el de la amistad.

El chelo, que seguía sonando de fondo una vez acabado el evento, atrapaba aún a algunos asistentes cuando una mano tocó el hombro del Contrafantasma. Este se dió la vuelta y vio la cara de Martín, risueño y vestido de riguroso azul marino, como siempre y a su lado a una mujer, a la que sin tiempo de reacción introdujo como Irma, – la acabo de conocer en la charla y nos hemos llevado genial. Es amiga de la filósofa que ha hablado la última -, concluyó Martín. Irma y el Contrafantasma se miraban desde que éste se había vuelto y no eran capaces de articular palabra. Al fin él masculló algo acerca de Nueva York y ella contestó que sí, pero que había vuelto hacía dos días para pasar las navidades con su madre. Martín observaba con sorpresa la escena, instante en el que llegó Ana, la filósofa, que captó la situación y directamente preguntó si eran viejos amigos. Ambos asintieron con la cabeza.

Antes de salir, el Contrafantasma compró el libro que tenía en su mano desde el principio y luego los cuatro abandonaron la librería,  bajando por Postigo de San Martín hacia la Plaza de las Descalzas. Se sentaron en «Doña Juana», una cervecería típica que aún conserva cierta esencia del Madrid de siempre y conversaron sobre lugares comunes durante más de media hora. El Contrafantasma estaba ausente, como si la presencia de Irma le hubiera incomodado. Ella estaba ojeando el libro de poemas que había comprado él, tratando de que el momento se disolviera. Cogió una servilleta de papel y la puso como señal en una de las páginas, dejando el libro de vuelta encima de la mesa. El Contrafantasma entendió el gesto y agarró el librito abriéndolo por donde estaba la marca. El poema se titulaba «Amor» y decía así: «Apenas cuatro letras. Y cabe tanto dentro. Y duele tanto cuando te dejan fuera«.

El Contrafantasma miró a Irma y escribió en la servilleta que a qué nivel del desarrollo del amor pensaba que se referían esos versos. También por escrito y en el mismo trozo de papel, ella contestó, «creo que se refiere al mio por ti».

Martín y Ana siguieron hablando un rato, hasta que se dieron cuenta de que sus amigos ya no estaban.

 

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