El Bar de la Esquina estaba lleno, fuera llovía y en la zona no hay demasiadas opciones simpáticas para comer. El barrio está nonestá en el radio de influjo de Airbnb, lo que genera ausencia de lugares con ese atractivo superficial que caracteriza a lo moderno, tanto en lo estético como en lo puramente culinario. El Contrafantasma había pasado la semana centrado en su nueva novela, la historia de una pareja de enamorados de 73 años que montan «Black Garlic Coding«, una escuela de hackers en Las Pedroñeras (Cuenca) y que comandan un equipo internacional de ciber viejos sabios que inundan el mundo con las ideas correctas. La trama le había gustado a su editor, pero le había pedido que escribiera tres capítulos porque no la acababa ver comercial.
Era viernes 9 de marzo, 24 horas después del Día Internacional de la Mujer. Entró por la puerta Eyebags, compañera de tantos años en la escuela y empapada de lluvia se sentó con él. Casualmente el día anterior había sido el cumpleaños de ella y le contaba con pesadumbre que el morado de la reivindicación había emborronado un tanto su onomástica. Que ese es el color de la neurosis y del sufrimiento y que no le parecía la mejor elección para reivindicar la igualdad. ¿Por qué no han hecho lo que los indepes con el amarillo, que es el color del reconocimiento?, se preguntaba con energía. Contaba que ella no había ido a ninguna manifestación, que había discutido sobre el tema con su amiga Frida y que tanto movimiento en las redes le había hecho apagar su teléfono desde las seis de la tarde, lo que había provocado el enfado de algunos afines que habían tratado de contactarla para felicitarla. Mientras tomaban café, llegaban a ambos teléfonos mensajes instantáneos con los restos del día anterior, memes ridiculizando a hombres haciendo tareas domésticas, fotos de miles de personas manifestándose en las calles, fotos de delantales colgados en los balcones, imágenes de lazos morados…
Yo tampoco fui, le dijo el Contrafantasma.
Coincidieron ambos en que lo que pasó el día anterior les resonó como artificial e incorrecto. Artificial porque todo se gesta ahora alrededor de las redes sociales, capaces de movilizar masas, pero no tanto de activar conciencias y reconocimiento. Magníficos escaparates para compartir las tendencias, pero fatuos escenarios para identificar lo correcto, perdido entre fuegos artificiales, mensajes cortos y al pie como los pases de Sergio Busquets, y argumentos fáciles que generan consensos en base a obviedades y a un anhelo de reivindicación en un momento de fin de una era y descomposición de un sistema, como es el que vivimos.
Pero lo que más les chocó es que ademas de artificial, la reivindicación les pareció incorrecta. Que lo que hay que reivindicar es el desarrollo de la feminidad y la masculinidad en mujeres y hombres, entendiendo qué es cada cosa y que tenemos que ser conscientes de que ese correcto desarrollo traerá la armonía sin mayor fricción, de dentro hacia afuera, desde el ser hacia el compañero, la compañera y de ahí a las redes sociales, digitales o no. Y esa armonía generará una revolución de verdad, duradera, que abarcará una nueva era que ya ha comenzado y no sólo un día de manifestaciones en las calles. Cada uno en su arquetipo y todos en el del ser humano, que es de lo que se trata, de ser humano.
Esto lo puedes poner en tu novela de los ciber viejos hackers, comentó Eyebags. Es el tercer capítulo, afirmó el Contrafantasma.
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