Eran las 9,30am cuando se desplegó en la pantalla un aviso de mensaje. No se cómo unir los puntos de mi currículum para que tengan sentido, decía el texto que descansaba en el teléfono del Contrafantasma. El remitente era Martín, un buen amigo sumido en una notable crisis profesional. No respondió de manera inmediata, notaba el desasosiego en las palabras de su amigo y se tomó la mañana para poder volver al mensaje más tarde y verlo de otra manera. Antes de salir a comer lo leyó de nuevo, pensó para si que los puntos que tenía que unir son los que salen de dentro, no los de su CV. Cuando éstos se conecten, a los de fuera no habrá que darles sentido, se lo darán ellos solos. Pero claro, es difícil decir esto a alguien que está pasándolo mal, que lo que necesita es luz para iluminar su momento y recetas para aplicar de inmediato. Porque hasta pedir ayuda, él ya ha dado numerosas vueltas al tema sin haber llegado a ningún destino liberador. Al no encontrar las palabras precisas, le propuso tomar una cerveza esa misma noche. De primeras dijo que no, que tenia difícil salir a última hora porque había tareas que hacer en casa. Después accedió y quedaron a eso de las 9 en el bar de debajo de su casa.
El bar en cuestión está en la calle Argumosa y la camarera que atiende te abraza con su maravillosa sonrisa según te ve. El Contrafantasma llegó allí media hora antes de lo previsto y mientras esperaba leía acerca de los cuatro temperamentos del ser humano, esos que tienen que ver con los cuatro elementos y que nos dividen entre personas flemáticas (vinculadas con el elemento tierra), melancólicas (agua), coléricas (fuego) y sanguíneas (aire). Si bien todos poseemos las cualidades de los cuatro, tendemos a que uno domine nuestra personalidad. Martín es un tipo colérico y como tal posee las cualidades del fuego. La unión de moléculas de fuego es una unión dinámica y posee dos características fundamentales, hay que darle energía para encenderlo y cuando lo hace tiende a ir hacia arriba. Cuando el fuego arde puede arrasar allí por donde pasa, pero también tiene un poder transformador, purificador. Martín es un colérico de libro, siempre vinculado a la actividad comercial, cuando lo enciendes tiene una capacidad de trabajar asombrosa. Es muy dinámico, desprende una energía que contagia al resto y si le das gasolina, su actividad no tiene fin. Como buen colérico, tiene un pronto de genio que es fácil que aparezca, así que es mejor no provocarle, o no estar cerca cuando estalle.
Cuando apareció Martín, con cara de agotado y un color de piel tirando a gris -muy parecido al aspecto de Messi en los dos primeros partidos del mundial-, el Contrafantasma ya apuraba el segundo tinto de verano con Casera. A Martín le gustó la camisa de palmeras del Contrafantasma y se la jaleó con moderado entusiasmo, pero marcada honestidad. Cuando uno no está en su mejor momento, halagar al prójimo es un ejercicio de extrema y compleja generosidad. En el bar sonaba la canción «Te quiero» en una versión de Los Elefantes, Sidonie y Love of Lesbian, lo que hizo de ese instante algo magnifico. Saboreen esta imagen, un bar de Lavapies, un jueves de junio de esos en los que parece que no anochece nunca, dos amigos de más de cuarenta que se encuentran, se abrazan, se reconocen y se jalean camisas sospechosas. ¿No es eso Amor?
Martín tiene 45 años, está casado con Blanca, tienen tres hijos y una vida que para la opinión pública es un moderado éxito. Ambos son buenos profesionales y han montado una familia sana. Tienen una relación de pareja cómplice y verdadera, se entienden y se quieren. Martín es de esas personas que siempre está pensando en lo siguiente en su vida, como si lo que está sucediendo en el presente no fuera suficiente, o fuera sólo la transición a algo mejor por venir. Durante más de dos décadas, esa forma de actuar le ha servido para sobrevivir y no preocuparse por el error, ya que siempre ha sentido que había tiempo para rectificar y enderezar el rumbo en caso de que este se torciera del todo. Pero desde hace dos o tres años Martín está en crisis. Estoy en una gran crisis, le confirmó según se sentó. Y por favor, no me digas la frase esa de que la crisis es una oportunidad y toda esa mierda de los dealers de la autoayuda, porque no puedo más.. Le contó que el conflicto había llegado también a su cuerpo, que ya no era solamente algo psicológico y que tenia un hombro congelado, que no podía ponerse la camisa sin ayuda de alguien. No se encuentra cómodo con su profesión, le parece que está incumpliendo el mandato para el que estaba destinado y siente frustración, mucha frustración. Ha ido a terapia de distintos tipos y se ha hecho numerosas pruebas tratando de poner nombre a su diagnóstico. Y volviendo al mensaje de esa mañana, su mayor preocupación era que su estado estaba afectando a su profesión. Hacía seis años había montado su propia empresa y ahora estaba teniendo problemas para sacarla adelante, lo que añadía presión de la opinión pública y de las facturas y nóminas por pagar, producto estas de las épocas de las vacas gordas.
El Contrafantasma escuchó durante una hora y media a su amigo. Esta mañana no sabia que contestar a tu mensaje, dijo, pero lo que capté fue que los puntos que tienes que conectar no son los de tus hitos profesionales, sino los de tu vida. Debes reconocer e integrar los hitos que han salido de dentro en tu biografía y reconocer cuáles han sido «impuestos» desde el exterior. Los impuestos son tal cosa producto de la presión de la tradición o de la opinión pública, que son dos fieras muy presentes en nuestra época. No va a ser sencillo hacerlo, tenemos muchas resistencias y facilidad para huir. Tendemos a disolver en lugar de resolver y cuando hacemos esto, los conflictos vuelven a aparecer en formas diferentes, incluida la del hombro congelado. El hombro congelado no se sabe porqué surge, pero si se sabe que es producto de la inflamación de la cápsula donde se inserta el húmero, parte del cuerpo dónde se cruzan muchas terminaciones nerviosas que cortocircuitan progresivamente hasta inmovilizar el hombro. Yo lo tuve en los dos hombros y te garantizo que tarda un poco, pero se acaba marchando la inflamación. Tómate el tiempo de mejora de tu hombro para trabajar en lo que nos hace falta de verdad, un cambio radical en la forma de pensar. Lo que los alemanes llaman Umdenken.
A Martín le calmó escuchar que no es el único al que le duele un hombro, sin que nadie le haya explicado porqué, le gustó saber que su temperamento es colérico y sobre todo, apreció la camisa de su amigo. Al día siguiente le llegó a casa un envío con una camisa igual y un cuaderno por estrenar. En la primera página había una dedicatoria que decía; «Estás aún en mitad del partido, tienes toda la segunda parte para remontar».
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