Será porque llueve, o por la mudanza, o porque ya no más, pero olvidé todo lo que creo, todo lo que soy.

Me avisaron que sería la ruina, que dañaría mi imagen. ¿Qué imagen?, pregunté. La tuya, me respondieron. Y tenían razón, porque sí, porque la imagen… Entonces vi a Victor el conserje, que antes de ser conserje, quizá hace 5.000 o 20.000 años, fué chamán que bajó desde Siberia hasta Anatolia, con su imagen de persona que sonríe y que cura con su sonrisa. Y que le dice a Iris que es la chica más guapa del barrio. Y olvidé lo del daño a mi imagen y lo de la imagen.

Me borré de las redes sociales, apagué la radio, regalé la televisión. Olvidé quién era Rubiales y quienes los que criticamos a Rubiales. Olvidé la huelga de hambre de su madre y las palabras de Sánchez y las de Ayuso, que ni siquiera son suyas. Olvidé opinar, tener opinión. Olvidé tener.

Quise vender todo en Wallapop y la primera persona que me escribe me pregunta si es posible ajustar el precio de la litera, que era para donarla a una familia. ¿Qué es vender?. Fui al diccionario etimológico chileno y miré. Vender viene del latín vendere y éste del nombre venum, que quiere decir venta y cuya raíz indo europea se piensa que es was-no, que significa precio. Y derivado de venum está el adjetivo venalis, que significa que «está en venta», o también, «que se deja sobornar». Olvidé que estar en venta no es dejarse sobornar. Estar en venta es para la materia, dejarse sobornar es para la conciencia. Y olvidé vender.

Será por la lluvia, o por la mudanza, o porque es domingo, pero en lugar de preocuparnos por vivir, solo nos preocupamos. ¿Cómo van tus preocupaciones?, me pregunta esa voz por la mañana cuando medito. Y cuando dejo de meditar ya no me pregunta por ellas en general, sino una a una, como si tuviera un check-list. Y así se pasa todo el día. Y el miércoles reí a carcajadas en una llamada de teléfono con Gontán y olvidé las preocupaciones por una hora. Al colgar me preguntó la voz que qué pasaba con la preocupación número 7. Colgué a la voz también. Olvidé preocuparme.

Ayer reímos porque no sé pronunciar Suiza. Parece uno de aquellos chistes de Eugenio, de los de «doctor, vengo a verle porque no sé decir Federico». Pero es cierto que me sale más Suíza, con tilde en la i, que Suiza. He olvidado pronunciar y voy a olvidar pronunciarme, sobre todo eso. Salvo si es para pronunciar un sentir. Ahí sí lo voy a hacer.

Meditar es olvidar, meditar bien es olvidarte de tí. Del tú que has construido y crees que eres. Meditar bien todos los días es olvidar creer. Ese es el hábito más necesario.

Aspiro a ser productivo en meditar y a olvidarme de ser yo, porque ni hay un yo, ni importa.

Quizá esto de hoy es por la lluvia, o por la mudanza, o porque es domingo y es septiembre. O no, y simplemente es porque lo siento.

Pasen un bonito día. Olviden.

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