Amar quiere decir hacer el bien. El amor tiene cuatro niveles de desarrollo; el primero es la atracción, que sigue las leyes de los minerales, como los planetas y las estrellas, que tienen una atracción mutua que hace que unos giren alrededor de los otros. El segundo nivel es el enamoramiento, que es la proyección del ideal de pareja, donde no vemos al otro como es, sino como debería llegar a ser en nuestro ideal. El enamoramiento sigue la leyes de las plantas y al igual que una flor, regala belleza, aroma y néctar. Es como un florecimiento, que puede llegar y después marchitarse. Luego está la erótica, que es el fuego en la pareja y que sigue las leyes de los animales. El juego amoroso se enriquece con el coqueteo, la ternura, la intimidad sexual y las declaraciones de amor. El hombre disfruta de su pareja, sobre todo, con los ojos. La mujer disfruta de la suya, sobre todo, con el oido. El cuarto nivel es el de la amistad, que cultiva y desarrolla el intercambio de representaciones e ideas, especialmente la concepción del mundo y las vivencias y planes.
El Contrafantasma estaba en esta lectura filosófica de W. Odermatt acerca del amor, al tiempo que ponía la lavadora. Era domingo y las sábanas de la casa de un hombre que vive sólo poseen una fuerte tendencia a permanecer arrugadas sobre el colchón durante semanas, a no ser que uno vaya a recibir visita. No era el caso, pero el calor y el olor recomendaban hacer la colada. Metió algunas otras cosas que andaban tiradas por el cuarto dentro del tambor, entre ellas la guayabera blanca que había llevado a casa de su amiga Petra unas noches atrás. Al chequear los bolsillos encontró un trozo de papel de cuaderno de cuadros doblado, con dos palabras escritas en bolígrafo azul, «mantenme informada«, decía, seguidas de un número de teléfono. Cogió su móvil y marcó el número para chequear si lo tenía registrado. Obviamente no lo tenía en su agenda. Luego fantaseó con la idea de que fuera el número de Irma, que en un alarde de masculina extroversión lo hubiera deslizado en su bolsillo al despedirse, pero lo cierto es que tampoco le cerraba mucho. Ella ahora estaba prometida y si hubiera querido su número se lo habría pedido directamente sin que eso supusiera un problema, sobre todo después de la conversación de esa noche y la constatación de que el no haberse pedido el teléfono el día que se conocieron en la boda aquella, había sido un grave error. Además de que la orden de la nota sugería que esa persona y el Contrafantasma, comparten algún tipo de información sobre la que él tiene que mantenerla informada a ella. Y salvo por la tremenda atracción mineral que siente por Irma, no hay nada más entre ellos que requiera de ese tratamiento.
Si hubiera sido al revés habría tenido mucho más sentido, pensó. El si se imagina metiendo ese trozo de papel en el bolso de ella, pidiendo que le mantenga informado acerca de lo suyo con el señor de barba, Fran, que le acompañaba esa noche. El Contrafantasma suele ser perceptivo y respetuoso. Y cierto es que había notado que aquella relación tenia pocos cimientos, pero no menos cierto era que no se le ocurriría interferir en ella. O quizá si… Por un momento se arrepintió de no haber hecho él con Irma la jugada de la nota sorpresa. Mierda de opinión pública.
El caso es que no se había vuelto a poner la camisa desde el jueves y nadie había entrado en su apartamento en las dos últimas semanas. Así que la notita llegó a su bolsillo esa noche, entre el momento que se puso la camisa y el que se la quitó.
«Mantenme informada» eliminaba a la población masculina de un toque. Era una mujer la que lo había introducido allí. El tema era quién y sobre qué cosa había que mantenerla informada. Repasó sus movimientos de aquel día desde que salió hacia lo de Petra. Primero había caminando de su casa a la tienda de chocolates de Hermosilla con Velázquez para comprar un detalle. Luego había subido a una moto de alquiler y tirado Velázquez arriba hasta cruzar Joaquín Costa, donde giró a mano derecha en Antonio Pérez para encarar Gabriel Lobo, haciendo una parada a por hielo en el chino de la esquina con Antonio Rodriguez Villa. De ahí no paró más hasta casa de su amiga, que vive en un piso muy bonito en Dr. Arce. En todo ese trayecto no recuerda cruzarse con nadie, y menos a una distancia suficientemente corta como para recibir una nota en su bolsillo inferior izquierdo, por tanto los hechos le llevaban directamente a repasar sus movimientos en casa de Petra y lo que allí sucedió aquella noche.
Mandó un mensaje a Petra con la foto de la nota y con la pregunta de si ese número era de alguien que ella conociera, Petra contestó con la palabra «no», tres iconos emocionales de carcajada, uno de corazón y otro de teléfono, seguidos de la palabra «ya» y un signo de exclamación. Y si, tenía la opción de llamar y salir de dudas, pero intuía que había algo más de trabajo que hacer, que no iba a ser tan sencillo como marcar y averiguar.
Grabó el número en su teléfono y dejó la nota en el frutero de la cocina donde van todas las cosas que uno no debe perder. En el frutero donde se generan las nuevas expectativas. Salió a desayunar a la calle como hace cada domingo, el calor era muy agradable y la terraza del bar de la esquina siempre propone viandas nuevas en fin de semana. Se sentó y pidió un café solo y unas tostadas con aceite untadas con unos ajos negros que trae el dueño desde la provincia de Cuenca. Volvió a su lectura sobre los niveles del desarrollo del amor, en concreto al nivel de la atracción y al leer eso le venía de nuevo la imagen de Irma. Leyó que igual que el niño debe de aprender a manejarse con la fuerza de la atracción terrestre al aprender a ponerse en pie, el adulto debe de aprender a manejar la fuerza de atracción del amor, para no emparejarse con una persona inadecuada.
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